La Nación: Fueron la pareja furor y terminaron a los gritos en plena calle: María Eugenia Zorzenón y Velasco Ferrero, del amor a la guerra
27/11/2025
La disputa pública (y grabada) mostró un conflicto que se gestó durante años; una familia entera fue marcada por juicios, acusaciones y silencios
En la memoria del mundo del espectáculo sobreviven muchas escenas que parecieron condensar el espíritu de una época: escándalos, peleas, separaciones públicas, traiciones... Pero pocas quedaron tan fijadas en el imaginario colectivo como aquella tarde en la que María Eugenia Zorzenón enfrentó a su expareja, el conductor y locutor Sergio Velasco Ferrero, en plena calle. El episodio no necesitó guion ni cámaras profesionales, solo un grito de ella hacia él que quedó fijado para siempre: “¡Escupitajo facial!”. Y de inmediato una furia acumulada durante años hicieron el resto. Detrás de esa postal exacerbada había una historia de amor, conflicto, reclamos, juicios y heridas que marcaron a una familia.Un romance inesperadoCuando se conocieron, Velasco Ferrero era ya un nombre consolidado de la radio y la televisión: voz imponente, presencia fuerte, absoluto dominio del estudio. Zorzenón, más joven, más espontánea, venía de un mundo alejado del micrófono. La relación avanzó rápido, con la intensidad de los romances que mezclan admiración y vértigo. En círculos cercanos, amigos de él aseguraban que Sergio se mostraba “fascinado, casi rejuvenecido”; íntimas de ella recuerdan que “estaba enamorada, confiada, convencida de que había encontrado un compañero estable”.A los pocos meses nació Camila, la hija que uniría para siempre a esa pareja que parecía, por momentos, complementarse y, por otros, chocar con violencia. El conductor tenía una vida laboral que demandaba presencia constante y horarios dislocados. Zorzenón, recién madre, atravesaba el período más vulnerable de su vida. Entre esos mundos, las tensiones comenzaron a crecer.Se viene el estallidoCon el tiempo, las diferencias se hicieron irreconciliables. Al parecer, el conflicto económico fue el verdadero punto de fractura: discusiones por alimentos, gastos del hogar y la sensación —según Zorzenón— de que Velasco Ferrero no acompañaba lo suficiente la crianza.Él, por su parte, aseguraba en privado que sí contribuía pero que “había límites”, especialmente cuando comenzaron a aparecer reclamos cada vez más duros. Cercanos al conductor recuerdan que lo mortificaba la idea de que su vida personal se volviera materia de espectáculo. “No quería que la prensa se metiera”, solía insistir un productor. Pero lo inevitable estaba por llegar.La vereda que se volvió escenarioAquel día —recordado por miles gracias a las imágenes que luego circularon—, Zorzenón se acercó a Velasco Ferrero con una mezcla de desesperación y enojo. Lo siguió unos metros, llamó su atención y lo enfrentó cara a cara. La discusión subió de tono. Testigos aseguran que ella le reclamaba por la falta de aportes económicos para Camila y la ausencia en la vida cotidiana de la niña.Entonces ocurrió lo que inmortalizó la escena: un escupitajo directo al rostro, acompañado por un grito que atravesó el aire y la dignidad herida de ambos. La frase “¡escupitajo facial!” se convirtió, de inmediato, en un símbolo exagerado, casi grotesco, del drama familiar expuesto sin filtros.Mientras él intentaba limpiarse y alejarse, ella continuaba gritando, pidiendo que se hiciera cargo, que cumpliera, que no olvidara a su hija. Para los curiosos que rodeaban la escena, aquello era un espectáculo. Para ellos dos, era la síntesis dolorosa de años de frustración.Los pasillos judiciales y el desgaste emocionalDespués del incidente, los juicios y contra-juicios se multiplicaron. Hubo pedidos formales de aumento de cuota alimentaria, revisiones periciales sobre la situación económica del conductor y presentaciones que incluían acusaciones cruzadas. Zorzenón insistía en que Velasco podía aportar más y no lo hacía. Él sostenía que la exposición mediática lo perjudicaba y que ella exacerba el conflicto para presionarlo.En una audiencia, según dos personas que estuvieron presentes, Zorzenón rompió en llanto cuando habló de la crianza en soledad. Velasco Ferrero, serio, la miró sin intervenir. “Fue una escena dura, nadie salió bien de esa sala”, recuerda un abogado que participó brevemente del expediente. El clima era tan tenso que algunos empleados judiciales todavía recuerdan aquel día como “uno de los episodios más ásperos que tuvimos con figuras públicas”.Camila, en el medio: infancia entre cámaras y abogadosPara Camila, la infancia fue una mezcla de amor materno y ausencia paterna, al menos en los términos que ella habría deseado. Años después, en entrevistas ya adultas, admitió que la exposición temprana tuvo consecuencias: “De chica no entendía por qué la gente hablaba de mi familia”.En la adolescencia, se vio tentada por el mundo mediático. Participó en programas, trabajó como modelo y tuvo apariciones que generaron revuelo. Ese camino desembocó en una producción fotográfica que reavivó el conflicto entre sus padres: Velasco Ferrero, ya distanciado de Zorzenón, presentó una denuncia argumentando que la sesión era inapropiada. Zorzenón lo acusó de moralismo y de no haber acompañado a su hija durante años.Amigos de Camila aseguran que la joven atravesó un período de rebeldía alimentado por un sentimiento de orfandad simbólica: “Ella se hacía la fuerte, pero esas peleas le dolían”.El amor que tampoco prosperó: la relación con el hoy ex de PampitaEn su juventud adulta, Camila tuvo una relación con el empresario y político Roberto García Moritán, que por entonces ascendía en notoriedad. Fue un noviazgo largo, de cuatro años, con momentos públicos y privados. Zorzenón declaró que su hija “no tuvo suerte” en esa pareja: “Con él terminó muy mal”. Camila lo dejó y salió adelante priorizando sus estudios y proyectos propios. Ese vínculo fue el último capítulo mediático de su vida antes de desaparecer del radar público.El viraje en la vida de Camila fue total. Se alejó de la TV, ingresó a la universidad y se graduó como ingeniera. Hoy trabaja en proyectos vinculados a inteligencia artificial, brinda capacitaciones y se dedica a la divulgación tecnológica.Compañeros de trabajo la describen como meticulosa, seria, comprometida. Algunos conocen su historia familiar y aseguran que ese pasado turbulento la hizo “más fuerte, más enfocada y más exigente consigo misma”.Los últimos años de Velasco Ferrero: enfermedad y silencioEl conductor vivió su última década entre problemas de salud y un progresivo retiro de los medios. Un accidente cerebrovascular lo golpeó con fuerza y lo dejó con dificultades motrices. Su círculo se redujo, sus apariciones se hicieron esporádicas y su voz —aquella que marcó a generaciones— se fue apagando. Murió a los 80 años. Para sorpresa de muchos, quien confirmó la noticia fue Zorzenón. Con un tono medido, reconoció que “estaba muy enfermo” y que deseaba que descansara en paz. Ese gesto, humilde y despojado, marcó una especie de cierre emocional para quienes alguna vez los vieron enfrentados con violencia.María Eugenia hoy: bajo perfil, recuerdos y cuidadosZorzenón vive lejos del escándalo. Dedica la mayor parte del tiempo a su familia y mantiene un vínculo cercano con Camila. Cuando habla de su pasado, evita ahondar en detalles. Quienes la frecuentan aseguran que se encuentra más serena, marcada por la maternidad y por los años turbulentos que debió enfrentar sola.La historia entre Velasco Ferrero y Zorzenón no es solo un episodio mediático: es un retrato de cómo la vida privada puede volverse espectáculo y de cómo las disputas familiares escalan cuando la fama funciona como amplificador.Hoy, con él ausente y ella con perfil bajísimo, el hilo que une a ambos se resume en Camila, quien tomó distancia del ruido y eligió un camino más sólido y silencioso. La figura de la nueva generación —profesional, técnica, alejada de las luces del espectáculo— contrasta con el drama que la vio nacer.La escena del escupitajo sigue viva en la memoria popular, pero ya no define a quienes fueron sus protagonistas. La historia, finalmente, quedó en manos del tiempo: un archivo, un recuerdo, una advertencia. Y el presente demuestra que, incluso en las familias marcadas por el escándalo, siempre hay una oportunidad para reescribir el propio destino.
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