El presidente del club de Barrio Jardín, Andrés Fassi, había mostrado su preocupación por la imposibilidad de la concurrencia de los matadores. "Es riesgoso", había expresado en un mano a mano con los enviados especiales de El Doce. Tal y como dijo el mandatario albiazul, el riesgo se tradujo en violencia.
Dos hinchas que desafiaron la prohibición hablaron con ElDoce.tv y revelaron la dramática situación que se vivió en la platea alta sur del Amalfitani. "La mayoría nos ubicamos en la tribuna alta. Éramos un montón y algunos se pusieron a cantar canciones de Talleres. A todo esto, estábamos mezclados con los hinchas de Vélez. Minutos antes de que empezara el partido, se acercaron algunos barras y nos advirtieron: 'Mientras nadie cante o grite un gol, va a estar todo bien'", precisó Facundo, un fanático de la "T".
En el entretiempo se detonó la hecatombe: algunos "infiltrados" empezaron a cantar, lo que provocó la reacción de los inadaptados velezanos. Los mismos que habían hecho la advertencia. Aunque, a partir de ahí pasaron del dicho al hecho. Lucas, otro matador que viajó hasta Liniers, revivió los incidentes: "Fue una película de terror. Apenas empezó el segundo tiempo, entraron los barras de Vélez y nos empezaron a pegar, a tirar con butacas. Sacaron cuchillos y nos amenazaron. Bajamos como pudimos y nos arrinconaron en una esquina".
Era tal el grado de violencia que se vivía, que hasta rompieron una casilla de panchos y les tiraron de todo. "Le robaban a la gente", manifestó, con la voz aún temblorosa por la experiencia.
Por último, agregó: "Les pedíamos por favor que pararan pero estaban endemoniados. Fue espantoso. Después llegó alguien de la barra de ellos que los sacó. La Policía jamás apareció, hubo una zona liberada. Lo que se vio en la tele no es nada en comparación a lo que realmente pasó". Facundo, por su parte, agradeció haber podido zafar del apriete de los integrantes de la infame Pandilla de Liniers, tal el nombre del grupo de delincuentes que se ubica en el centro de la popular velezana. "Yo zafé. Me senté en una butaca y empecé a rezar", aseguró.
También reflexionó sobre la cuota de "responsabilidad" que tuvo la gente de Talleres: "Las reglas eran claras y los boludos que se pusieron a cantar provocaron esto".
Interrogantes
La violencia volvió a aparecer en un estadio de fútbol, pero son varios los interrogantes a los diferentes actores involucrados que afloran a la hora de analizar el episodio.
A la dirigencia de Vélez y a los organismos de seguridad: ¿tanto costaba habilitarle un sector a la hinchada de Talleres, tal como lo habían hecho con Nacional de Montevideo en fase de grupos? Una vez sabida la concurrencia de los hinchas de la "T", ¿no convenía agruparlos a todos en un pulmón?
A la Policía y a la empresa privada a cargo de la seguridad del evento: ¿cómo llegaron hasta esa platea integrantes de la barra de Vélez, que estaban en otra tribuna? ¿Acaso su trabajo no es proteger y prevenir incidentes?Y finalmente, a los hinchas matadores. Es entendible la pasión por los colores y el folclore del fútbol. Partiendo del hecho de que, de movida, no debían ingresar al estadio, ¿era totalmente necesario ponerse a cantar en las tribunas, a pesar de las advertencias del núcleo duro de la hinchada velezana?
Ni hablar de las preguntas que habría que hacerle a los delincuentes que fueron directamente a atacar a "infiltrados", enarbolando la estúpida y primitiva cultura del aguante. Pero ese tema obedece a una falta de lógica y a un desprecio por el otro que escapan a la razón. Redacción El Doce.